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¡No pasa nada!

Introducir al niño al mundo de las emociones es tarea del adulto preparado

La educación emocional se transmite en los ejemplos más simples, pequeños y cotidianos de la vida. Te has dado cuenta que cada vez que tu hijo se cae, se raspa, se mancha, se tropieza o algo le sale mal, le dices “NO PASA NADA”. Por supuesto que tu intención es minimizar la frustración, el enojo, el dolor, la angustia…. pero adonde van esas emociones si cuando él las percibe tan intensamente, luego de una experiencia, tú le dices que en realidad no pasó nada. Y entonces, cómo se llama lo que sentí en la rodilla cuando me caí del árbol? y como se llama eso que sentí cuando mi hermano me sacó el juguete? y cómo se llama eso que me llena el pecho y me dan ganas de llorar cuando algo no me sale?
Eso no es “NADA”! Se llama dolor, enojo, frustración, tristeza, angustia…. Tanto para el desarrollo de la inteligencia emocional de tu niño, como para el desarrollo del lenguaje, la ampliación de su vocabulario, la empatía y la generación de vínculos sanos, es fundamental que le prestes a tu hijo las palabras adecuadas que describen sus emociones.
Y hay muchas más! Cuanto más precisa sea la palabra, mejor describirá su sentimiento y esto lo ayudará a descubrir distintos niveles en sus emociones. Por ejemplo, no es lo mismo estar triste, angustiado, afligido, enojado o furioso. No es lo mismo estar alegre, contento, feliz, exitado, o exaltado.
Recuerda ofrecerle a tu hijo desde el primer día de vida, tantas palabras como puedas que describan sus sentimientos. Esto beneficiará la construcción de su estructura emocional y sus vínculos con pares y adultos.

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